-No puedo
soportar tu comportamiento, Nadia. No atiendes, no participas en
clase y te ríes sola. ¿Se puede saber qué te pasa? Si fuera la
primera vez...
Suspiro.
Estoy sentada en frente de la profesora
de español, la profesora Nolan, que está sentada sobre la mesa
descargando su ira sobre mí. Al parecer, está prohibido reír ahora
en su clase. Desconecto y dejo de prestar atención a lo que me dice.
Definitivamente, necesito un momento de tranquilidad y relax en mi
ajetreada vida. Debería quedar con Alice y ponernos al día. Tal vez
incluso la deje arrastrarme hasta al centro comercial, para perderme
de ella en la tienda de deportes, por supuesto...
-...tendré que hablar con Neferet.
-¿Qué? - me levanto de golpe de la
silla. -¿Hablar con Neferet? Pero... ¿por qué? Sólo me he reído.
-¿No me has escuchado? No es porque te
hayas reído, es por tu falta de cooperación. Ella sabrá que hacer.
De repente las puertas del aula se
abren y aparece Neferet. Genial. Parece que nos haya oído desde la
otra punta del edificio.
-Vaya, vaya – dice la profesora de
español mirándome con el rabillo del ojo. - Justo a quien queríamos
ver.
-¿De verdad? - pregunta Neferet,
aunque no parece sorprendida. - ¿Qué ha ocurrido, Patricia?
¿Patricia? Definitivamente va siendo
hora de que me haga una lista con los nombres de los profesores.
-Aquí la señorita Night ha perdido
cualquier interés por participar en clase y se dedica a reírse
sola. Si fuera solo hoy no me importaría, pero es un comportamiento
demasiado frecuente para mi gusto.
¿Demasiado frecuente para su gusto?
¿Qué cojones significa eso? Si ni siquiera me he reído, he
sonreído. Y no lo hago ‘frecuentemente’, me quedo dormida en su
clase casi todos los días, a no ser que ahora ría en sueños...
Neferet se queda mirándome. Ya de por
sí, la mirada de los vampiros adultos suele intimidar, pero añádele
el nombre de Neferet a ese chupa sangre y la sensación se multiplica
por una cifra con muchos ceros. Sabe lo que estoy pensando.
-Después de las clases quiero verte en
mi despacho Nadia, y ahora déjanos solas.
Me resisto unos segundos, aunque su
mirada me puede al final y salgo del aula corriendo. Antes de darme
cuenta, he llegado al patio. Inspiro fuertemente, llenando mis
pulmones de aire, y lo echo todo con un largo suspiro. Si no recuerdo
mal mi horario, mi clase de esgrima debe estar bastante avanzada.
Corro hacia el gimnasio y allí me encuentro con Dragon, el único
vampiro adulto y masculino que uno puede encontrar en la escuela; a
excepción del, para todas, guapísimo poeta laureano Loren Blake.
-Llegas tarde, Nadia.
Todos los alumnos dejan de pelear en
parejas y me miran.
-Lo sé, Dragon. Estaba hablando con la
profesora Nolan y Neferet.
Me observa con el ceño fruncido. Odia
que me dirija a los vampiros adultos con tanta familiaridad, pero
decide ahorrarse la regañina.
-Está bien, busca una pareja.- en ese
momento, todos los alumnos comienzan a luchar de nuevo eufóricamente,
sin descanso, como si el entrenamiento fuese cosa de vida o muerte.
Suspiro.
-Profesor…
-No importa, Nadia. Hoy tu compañero
seré yo.
-¿Tú? – lo miro con los ojos muy
abiertos. Odio reconocerlo, pero sí, soy horrible en esgrima y no me
apetece tener otra charla con la bruja de Neferet por haber agredido
a un profesor. Ya herí suficiente a aquella chica con el florete en
el ojo. Aunque no parecía tan dolorida cuando estaba cotilleando
alegremente más tarde sobre lo revitalizante que era mandarme de vez
en cuando con la directora.
-Tranquila. Es para enseñarte, no para
luchar contra ti.
Sí, claro. Eso fue lo que dijo la
última vez.
Nos apartamos del resto de los alumnos
y me da un florete (siempre me ha hecho gracia esta palabra). Me
enseña a cogerlo bien ya que al parecer llevo un mes haciendo el
burro, así que no es de extrañar que me tengan algo de miedo cuando
voy armada con lo que parece una espada de juguete.
-¿Preparada? Empezaremos con
protección. Lo único que tienes que hacer es cubrirte y evitar que
te dé mi florete. No es complicado.- asiento con la cabeza y Dragon
ataca, pinchándome en la pierna. – Atenta, Nadia. Venga, de nuevo
– esta vez consigo bloquear su ataque, pero lo repite y vuelve a
darme – No bajes la guardia.
Los minutos pasan rápidamente. Aunque
termino exhausta, me he reído como hace un mes que no lo hago.
Dragon es un profesor duro y muchos le temen, pero es muy atento,
sobre todo con los iniciados que están a su cargo. Me alegro de ser
una de ellas. Todos los iniciados tienen un profesor al que los
humanos llamarían tutor. Es el que da la cara por nosotros cuando
nos metemos en problemas y mi ‘tutor’ es Dragon. Cuando termina
la clase, lo ayudo a guardar los floretes.
-¿Qué tal ha ido, Nadia?
-Ha sido entretenido.
Se hace un silencio mientras recojo las
máscaras que han usado algunos de los estudiantes.
-¿Puedo preguntarte algo? – asiento
con la cabeza, temerosa. - ¿Cómo es tu relación con los demás
iniciados?
Justo en el clavo. Abro la boca para
hablar, pero acabo cerrándola. ¿Y qué le digo yo ahora?
-Pues… Son simpáticos y…
-No te llevas bien con ellos, ¿verdad?
-No lo oculto muy bien, ¿verdad? –
por el rabillo del ojo veo que Dragon sonríe.
-¿Sabes? A veces me recuerdas a uno de
los guerreros a los que entreno.
-¿A un qué?
-A un guerrero – ante mi cara de
incredulidad, sigue hablando – Cuando los iniciados chicos superan
el cambio, pueden desempeñar numerosos trabajos. Shakespeare, por
ejemplo, decidió ser escritor. Pero otros deciden ser guerreros para
proteger a las vampiras adultas y a las altas sacerdotisas. Bueno,
pues estos chicos vienen incluso desde otras casas hasta esta para
que yo los entrene. Y a veces, tu comportamiento es propio de un
guerrero. – me quedo callada. Otra chica se sentiría ofendida
teniendo en cuenta que me ha comparado con un chico, pero a eso no le
doy importancia. - Espero que no te sientas ofendida, – otra vez
leyéndome el pensamiento – algunos de ellos no confían en nadie.
Se centran en proteger a una vampira y desconfían de cualquier
persona que intente acercarse a ellos. Y parte de ese carácter lo
veo reflejado en ti.
-Quiere decir… ¿Qué podría ser un
guerrero?
-No digo que no, aunque los guerreros
son chicos; pero no me refería a eso. El mayor miedo de todos estos
guerreros es perder al ser querido, en este caso, a la vampira o alta
sacerdotisa. Tal vez también sea tu miedo. ¿Podría ser que has
perdido a alguien importante para ti, Nadia?
Me quedo paralizada, a medio camino
para recoger otro florete del suelo durante medio segundo, en el
cual, siento como las tripas se me revuelven por completo.
-No – intento responder lo más
rápido posible, pero ha sido demasiado seco. Sabe que estoy
mintiendo. Siempre lo saben.
-De acuerdo Nadia, puedes marcharte.
Tienes permiso para faltar a las clases restantes del día. Vete a
casa y recapacita sobre lo que acabo de decir. Dentro de la escuela
estoy a tu cargo y me gustaría que tu estancia aquí fuese
agradable, y para ello vas a tener que estrechar lazos con algún que
otro iniciado. Pero no es algo a lo que pueda obligarte.
No necesito su maldita lástima. No
necesito estrechar lazos con nadie. No necesito nada de lo que hay
entre estos cuatro asfixiantes y sucios muros.
-No puedo marcharme, tengo que hablar
con Neferet.
-Entonces ve ahora, y márchate
tranquila cuando termines, ¿de acuerdo?
Me levanto sin decir nada y camino de
vuelta al patio central. Ya no quedan alumnos por aquí por lo que
puedo sentarme en un banco e inspirar con fuerza. Tras unos minutos
miro mis manos que han dejado de temblar. No, no puedo permitir que
la gente vea este lado de mí.
Yo no soy débil.
Me pongo de pie y me aparto el pelo de
la cara. Vuelvo a suspirar y me pongo en camino hacia el despacho de
Neferet. Cuando llego, ella está allí, pero no sola.
-Pasa, Nadia. - pide antes siquiera de
que haya llamado.- ¿Conoces ya a Zoey?
Cuando entro, Zoey está allí y me
mira como si fuera un cachorro degollado. La saludo con la cabeza y
asiento mirando a Neferet. Es la lame culos particular de mi querido
hermano.
-Antes de nada tengo que hablar con
ella, ¿de acuerdo, Zoey? Luego te buscará. Ahora, déjanos a solas.
Solas no, por favor. Observo como Zoey
sale del despacho y, antes de volverme para mirar a Neferet, intento
disimular mi expresión de incomodidad. Genial, a solas con la alta
sacerdotisa de la escuela. ¿Quién me manda a mí meterme en estos
líos? Todo el mundo trata a Neferet como una diosa, pero yo no la
trago. No le tengo miedo, no tengo miedo de nada; pero algo me dice
que esconde algo, que no es como intenta aparentar ser. Se pone de
pie y se sienta sobre el escritorio.
-Sigo pensando que estaría bien que te
hicieras residente en la escuela, N.
-Nadia. - me enfrento a sus ojos y la
miro con el único sentimiento que soy capaz de expresar ahora mismo:
odio. -Y no, no voy a hacerme residente. Confío en Kate. La conozco
desde que tenía dos años. No voy a irme de su casa.
Fue cuando mi madre nos abandonó. Aún
la recuerdo perfectamente: morena, alta y delgada, con ojos claros y
una presencia imponente. Mi padre jamás ha superado que lo dejara.
Por eso la odio, por hacerle daño al único familiar por el que
daría mi vida. En parte, es por él por quien no quiero hacerme
residente. Cuando mi madre se fue, mi padre solo nos tenía a mi
hermano y a mí. Que mi hermano fuese marcado fue otro palo para él.
Ya solo le quedaba yo. Y, entonces, mi querida diosa decidió que mi
padre no estaba lo suficientemente solo, que aún podía estar más
hundido en la miseria. Estando en casa de Kate puede ir a verme. Sin
embargo, si me hago residente, también le habré fallado. Como le
fallaron mi madre y Erik.
-El problema, Nadia – continúa
Neferet, remarcando especialmente mi nombre – es que pasas poco
tiempo con los estudiantes. Y por eso no tienes amigos y no puedes
disfrutar de las clases con ellos.
Error. Sí tengo amigos, fuera de la
cárcel en la que esto terminaría de convertirse si me hiciera
residente. Si no tengo dentro de ella es porque todos son unos
hipócritas que intentan ganarse la confianza de la diosa para no
morir. Y jamás disfrutaría de las clases con nadie, y menos de una
asignatura como español, en la que yo podría ser la profesora
perfectamente.
-Pues las clases de sociología
vampírica sí las disfruto. Me parecen interesantes, y no estoy
sentada con nadie.
Sociología vampírica es la asignatura
que imparte la propia Neferet. Siempre hemos oído que los vampiros
se queman con la luz del sol, duermen en ataúdes, se alimentan de
humanos y un gran número de chorradas. En esta asignatura te enseñan
cuales de esos mitos tienen algo de cierto, además de mostrarte las
distintas cosas raras espirituales que hacen que un vampiro sea un
ser tan especial. Sigue siendo una chorrada, pero tolerable.
-Sí, es algo que me extraña. Pero
como no puedo permitir esto he decidido encomendarte una tarea.
-¿Qué tarea? - pregunto desconfiada.
Espero que no me obligue ir al centro de Nyx a rezar.
-Ayudarás a Zoey Redbird, la líder de
las Hijas Oscuras, a preparar la ceremonia que tendrá lugar este
jueves y entrarás a formar parte del grupo.
-¿Qué? ¿Yo en esa secta? -
Pensándolo bien, lo de rezar no es tan mala idea.
-No es una secta. Tan solo tendrás que
ayudar a Zoey y formar parte de las Hijas Oscuras. Nada más.
-¿Solo? ¿Nada más? ¿Por qué no me
mandas limpiar los retretes? Me rebajaría a eso antes que ser una
Hija Oscura. Sabes que no puedo Neferet, los odio. ¡A todos y cada
uno de ellos!
-Limpiando retretes no estarías con
tus compañeros y la idea es que hagas amigos.
No voy a rendirme. No voy a entrar en
ese estúpido grupo.
-Yo tengo amigos.
-No dentro de la escuela.
-¿Y qué más da? ¿Para qué quiero
tener amigos?
-Para que tu estancia aquí sea más
agradable.
Me acerco a ella todo lo que puedo y la
miro desafiante a los ojos.
-Créeme Neferet cuando te digo que he
sobrevivido a muchos años de mi vida en los que no solo me
ignoraban, como hacen aquí, sino que era la protagonista de miles de
burlas al día. Creo que podré sobrevivir sin amigos hasta que
supere el cambio o hasta que muera.
-Ya te lo he dicho, Nadia. Ve ahora
mismo a buscar a Zoey. Estará en su dormitorio. Ella y su grupo de
amigos tienen la siguiente hora libre para practicar la ceremonia.
Y dicho esto hace un gesto con la mano
que no da pie a más protestas. Me quedo sola en el pasillo y me miro
en el reflejo del cristal de una de las ventanas. Mis puños están
cerrados fuertemente.
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