miércoles, 2 de marzo de 2016

Capítulo 3 - Nadia

-No puedo soportar tu comportamiento, Nadia. No atiendes, no participas en clase y te ríes sola. ¿Se puede saber qué te pasa? Si fuera la primera vez...

Suspiro.

Estoy sentada en frente de la profesora de español, la profesora Nolan, que está sentada sobre la mesa descargando su ira sobre mí. Al parecer, está prohibido reír ahora en su clase. Desconecto y dejo de prestar atención a lo que me dice. Definitivamente, necesito un momento de tranquilidad y relax en mi ajetreada vida. Debería quedar con Alice y ponernos al día. Tal vez incluso la deje arrastrarme hasta al centro comercial, para perderme de ella en la tienda de deportes, por supuesto...

-...tendré que hablar con Neferet.

-¿Qué? - me levanto de golpe de la silla. -¿Hablar con Neferet? Pero... ¿por qué? Sólo me he reído.

-¿No me has escuchado? No es porque te hayas reído, es por tu falta de cooperación. Ella sabrá que hacer.

De repente las puertas del aula se abren y aparece Neferet. Genial. Parece que nos haya oído desde la otra punta del edificio.

-Vaya, vaya – dice la profesora de español mirándome con el rabillo del ojo. - Justo a quien queríamos ver.

-¿De verdad? - pregunta Neferet, aunque no parece sorprendida. - ¿Qué ha ocurrido, Patricia?

¿Patricia? Definitivamente va siendo hora de que me haga una lista con los nombres de los profesores.

-Aquí la señorita Night ha perdido cualquier interés por participar en clase y se dedica a reírse sola. Si fuera solo hoy no me importaría, pero es un comportamiento demasiado frecuente para mi gusto.

¿Demasiado frecuente para su gusto? ¿Qué cojones significa eso? Si ni siquiera me he reído, he sonreído. Y no lo hago ‘frecuentemente’, me quedo dormida en su clase casi todos los días, a no ser que ahora ría en sueños...

Neferet se queda mirándome. Ya de por sí, la mirada de los vampiros adultos suele intimidar, pero añádele el nombre de Neferet a ese chupa sangre y la sensación se multiplica por una cifra con muchos ceros. Sabe lo que estoy pensando.

-Después de las clases quiero verte en mi despacho Nadia, y ahora déjanos solas.

Me resisto unos segundos, aunque su mirada me puede al final y salgo del aula corriendo. Antes de darme cuenta, he llegado al patio. Inspiro fuertemente, llenando mis pulmones de aire, y lo echo todo con un largo suspiro. Si no recuerdo mal mi horario, mi clase de esgrima debe estar bastante avanzada. Corro hacia el gimnasio y allí me encuentro con Dragon, el único vampiro adulto y masculino que uno puede encontrar en la escuela; a excepción del, para todas, guapísimo poeta laureano Loren Blake.

-Llegas tarde, Nadia.

Todos los alumnos dejan de pelear en parejas y me miran.

-Lo sé, Dragon. Estaba hablando con la profesora Nolan y Neferet.

Me observa con el ceño fruncido. Odia que me dirija a los vampiros adultos con tanta familiaridad, pero decide ahorrarse la regañina.

-Está bien, busca una pareja.- en ese momento, todos los alumnos comienzan a luchar de nuevo eufóricamente, sin descanso, como si el entrenamiento fuese cosa de vida o muerte.

Suspiro.

-Profesor…

-No importa, Nadia. Hoy tu compañero seré yo.

-¿Tú? – lo miro con los ojos muy abiertos. Odio reconocerlo, pero sí, soy horrible en esgrima y no me apetece tener otra charla con la bruja de Neferet por haber agredido a un profesor. Ya herí suficiente a aquella chica con el florete en el ojo. Aunque no parecía tan dolorida cuando estaba cotilleando alegremente más tarde sobre lo revitalizante que era mandarme de vez en cuando con la directora.

-Tranquila. Es para enseñarte, no para luchar contra ti.

Sí, claro. Eso fue lo que dijo la última vez.

Nos apartamos del resto de los alumnos y me da un florete (siempre me ha hecho gracia esta palabra). Me enseña a cogerlo bien ya que al parecer llevo un mes haciendo el burro, así que no es de extrañar que me tengan algo de miedo cuando voy armada con lo que parece una espada de juguete.

-¿Preparada? Empezaremos con protección. Lo único que tienes que hacer es cubrirte y evitar que te dé mi florete. No es complicado.- asiento con la cabeza y Dragon ataca, pinchándome en la pierna. – Atenta, Nadia. Venga, de nuevo – esta vez consigo bloquear su ataque, pero lo repite y vuelve a darme – No bajes la guardia.

Los minutos pasan rápidamente. Aunque termino exhausta, me he reído como hace un mes que no lo hago. Dragon es un profesor duro y muchos le temen, pero es muy atento, sobre todo con los iniciados que están a su cargo. Me alegro de ser una de ellas. Todos los iniciados tienen un profesor al que los humanos llamarían tutor. Es el que da la cara por nosotros cuando nos metemos en problemas y mi ‘tutor’ es Dragon. Cuando termina la clase, lo ayudo a guardar los floretes.

-¿Qué tal ha ido, Nadia?

-Ha sido entretenido.

Se hace un silencio mientras recojo las máscaras que han usado algunos de los estudiantes.

-¿Puedo preguntarte algo? – asiento con la cabeza, temerosa. - ¿Cómo es tu relación con los demás iniciados?

Justo en el clavo. Abro la boca para hablar, pero acabo cerrándola. ¿Y qué le digo yo ahora?

-Pues… Son simpáticos y…

-No te llevas bien con ellos, ¿verdad?

-No lo oculto muy bien, ¿verdad? – por el rabillo del ojo veo que Dragon sonríe.

-¿Sabes? A veces me recuerdas a uno de los guerreros a los que entreno.

-¿A un qué?

-A un guerrero – ante mi cara de incredulidad, sigue hablando – Cuando los iniciados chicos superan el cambio, pueden desempeñar numerosos trabajos. Shakespeare, por ejemplo, decidió ser escritor. Pero otros deciden ser guerreros para proteger a las vampiras adultas y a las altas sacerdotisas. Bueno, pues estos chicos vienen incluso desde otras casas hasta esta para que yo los entrene. Y a veces, tu comportamiento es propio de un guerrero. – me quedo callada. Otra chica se sentiría ofendida teniendo en cuenta que me ha comparado con un chico, pero a eso no le doy importancia. - Espero que no te sientas ofendida, – otra vez leyéndome el pensamiento – algunos de ellos no confían en nadie. Se centran en proteger a una vampira y desconfían de cualquier persona que intente acercarse a ellos. Y parte de ese carácter lo veo reflejado en ti.

-Quiere decir… ¿Qué podría ser un guerrero?

-No digo que no, aunque los guerreros son chicos; pero no me refería a eso. El mayor miedo de todos estos guerreros es perder al ser querido, en este caso, a la vampira o alta sacerdotisa. Tal vez también sea tu miedo. ¿Podría ser que has perdido a alguien importante para ti, Nadia?

Me quedo paralizada, a medio camino para recoger otro florete del suelo durante medio segundo, en el cual, siento como las tripas se me revuelven por completo.

-No – intento responder lo más rápido posible, pero ha sido demasiado seco. Sabe que estoy mintiendo. Siempre lo saben.

-De acuerdo Nadia, puedes marcharte. Tienes permiso para faltar a las clases restantes del día. Vete a casa y recapacita sobre lo que acabo de decir. Dentro de la escuela estoy a tu cargo y me gustaría que tu estancia aquí fuese agradable, y para ello vas a tener que estrechar lazos con algún que otro iniciado. Pero no es algo a lo que pueda obligarte.

No necesito su maldita lástima. No necesito estrechar lazos con nadie. No necesito nada de lo que hay entre estos cuatro asfixiantes y sucios muros.

-No puedo marcharme, tengo que hablar con Neferet.

-Entonces ve ahora, y márchate tranquila cuando termines, ¿de acuerdo?

Me levanto sin decir nada y camino de vuelta al patio central. Ya no quedan alumnos por aquí por lo que puedo sentarme en un banco e inspirar con fuerza. Tras unos minutos miro mis manos que han dejado de temblar. No, no puedo permitir que la gente vea este lado de mí.

Yo no soy débil.

Me pongo de pie y me aparto el pelo de la cara. Vuelvo a suspirar y me pongo en camino hacia el despacho de Neferet. Cuando llego, ella está allí, pero no sola.

-Pasa, Nadia. - pide antes siquiera de que haya llamado.- ¿Conoces ya a Zoey?

Cuando entro, Zoey está allí y me mira como si fuera un cachorro degollado. La saludo con la cabeza y asiento mirando a Neferet. Es la lame culos particular de mi querido hermano.

-Antes de nada tengo que hablar con ella, ¿de acuerdo, Zoey? Luego te buscará. Ahora, déjanos a solas.

Solas no, por favor. Observo como Zoey sale del despacho y, antes de volverme para mirar a Neferet, intento disimular mi expresión de incomodidad. Genial, a solas con la alta sacerdotisa de la escuela. ¿Quién me manda a mí meterme en estos líos? Todo el mundo trata a Neferet como una diosa, pero yo no la trago. No le tengo miedo, no tengo miedo de nada; pero algo me dice que esconde algo, que no es como intenta aparentar ser. Se pone de pie y se sienta sobre el escritorio.

-Sigo pensando que estaría bien que te hicieras residente en la escuela, N.

-Nadia. - me enfrento a sus ojos y la miro con el único sentimiento que soy capaz de expresar ahora mismo: odio. -Y no, no voy a hacerme residente. Confío en Kate. La conozco desde que tenía dos años. No voy a irme de su casa.

Fue cuando mi madre nos abandonó. Aún la recuerdo perfectamente: morena, alta y delgada, con ojos claros y una presencia imponente. Mi padre jamás ha superado que lo dejara. Por eso la odio, por hacerle daño al único familiar por el que daría mi vida. En parte, es por él por quien no quiero hacerme residente. Cuando mi madre se fue, mi padre solo nos tenía a mi hermano y a mí. Que mi hermano fuese marcado fue otro palo para él. Ya solo le quedaba yo. Y, entonces, mi querida diosa decidió que mi padre no estaba lo suficientemente solo, que aún podía estar más hundido en la miseria. Estando en casa de Kate puede ir a verme. Sin embargo, si me hago residente, también le habré fallado. Como le fallaron mi madre y Erik.

-El problema, Nadia – continúa Neferet, remarcando especialmente mi nombre – es que pasas poco tiempo con los estudiantes. Y por eso no tienes amigos y no puedes disfrutar de las clases con ellos.

Error. Sí tengo amigos, fuera de la cárcel en la que esto terminaría de convertirse si me hiciera residente. Si no tengo dentro de ella es porque todos son unos hipócritas que intentan ganarse la confianza de la diosa para no morir. Y jamás disfrutaría de las clases con nadie, y menos de una asignatura como español, en la que yo podría ser la profesora perfectamente.

-Pues las clases de sociología vampírica sí las disfruto. Me parecen interesantes, y no estoy sentada con nadie.

Sociología vampírica es la asignatura que imparte la propia Neferet. Siempre hemos oído que los vampiros se queman con la luz del sol, duermen en ataúdes, se alimentan de humanos y un gran número de chorradas. En esta asignatura te enseñan cuales de esos mitos tienen algo de cierto, además de mostrarte las distintas cosas raras espirituales que hacen que un vampiro sea un ser tan especial. Sigue siendo una chorrada, pero tolerable.

-Sí, es algo que me extraña. Pero como no puedo permitir esto he decidido encomendarte una tarea.

-¿Qué tarea? - pregunto desconfiada. Espero que no me obligue ir al centro de Nyx a rezar.

-Ayudarás a Zoey Redbird, la líder de las Hijas Oscuras, a preparar la ceremonia que tendrá lugar este jueves y entrarás a formar parte del grupo.

-¿Qué? ¿Yo en esa secta? - Pensándolo bien, lo de rezar no es tan mala idea.

-No es una secta. Tan solo tendrás que ayudar a Zoey y formar parte de las Hijas Oscuras. Nada más.

-¿Solo? ¿Nada más? ¿Por qué no me mandas limpiar los retretes? Me rebajaría a eso antes que ser una Hija Oscura. Sabes que no puedo Neferet, los odio. ¡A todos y cada uno de ellos!

-Limpiando retretes no estarías con tus compañeros y la idea es que hagas amigos.

No voy a rendirme. No voy a entrar en ese estúpido grupo.

-Yo tengo amigos.

-No dentro de la escuela.

-¿Y qué más da? ¿Para qué quiero tener amigos?

-Para que tu estancia aquí sea más agradable.

Me acerco a ella todo lo que puedo y la miro desafiante a los ojos.

-Créeme Neferet cuando te digo que he sobrevivido a muchos años de mi vida en los que no solo me ignoraban, como hacen aquí, sino que era la protagonista de miles de burlas al día. Creo que podré sobrevivir sin amigos hasta que supere el cambio o hasta que muera.

-Ya te lo he dicho, Nadia. Ve ahora mismo a buscar a Zoey. Estará en su dormitorio. Ella y su grupo de amigos tienen la siguiente hora libre para practicar la ceremonia.


Y dicho esto hace un gesto con la mano que no da pie a más protestas. Me quedo sola en el pasillo y me miro en el reflejo del cristal de una de las ventanas. Mis puños están cerrados fuertemente.